La ceguera


A las cuatro de la tarde nadie esperaba el tren
a las cinco de la tarde no había nadie en el andén
tampoco a las seis, ni a las siete, apareció alma alguna por la estación
llegó la noche, y ni la luna acudió allí

«el tren no llega
si no hay nadie para verlo»

y ni siquiera cuando nos pasa por encima
reconocemos nuestro error.