El banquete


El padre creador y la madre patria
devoran a sus hijos con un realismo más allá de lo pictórico
no sacian su apetito y no cesan de criar
coleccionan mártires y héroes que sirven de ejemplo a sus hermanos
y en museos los entierran con gran pompa funeraria
¡gloria en muerte inmortalizada en cuadros!
que no son cuadros... sino ventanas
no son ventanas... sino espejos
y padre y madre que no dejan de engordar

es triste la soledad del huérfano
nunca presente en los banquetes
sin dios que le perdone
ni patria que le dé refugio

mas alegre el huérfano canta:
«yo no puedo pecar,
ni por ninguna patria moriré»

aunque esta pueda matarlo
y le castiguen de todas (las) formas.

Soledad


Una multitud abarrota la plaza
tan solo una
podrían ser varias
pero solo es una
y aun así te asusta el imaginarlas
Siempre has odiado la soledad
y no hay peor soledad que la anónima
la compartida
La soledad es aditiva, piensas
mientras calculas la magnitud de la que la alcanzan tus ojos;
mil gargantas gritando al unísono
sin saber qué decir al oído de al lado
dos mil ojos enrojecidos
que no ven más allá del lejano extremo de sus pestañas
y ven, sin embargo
con extrema nitidez
la cercana meta que nunca ha existido:
un hogar
seguridad en el presente
fe en el futuro
y una homogénea, aburrida, asfixiante
felicidad
Allí estás tú
solo
acompañado de tantas otras soledades
preguntándoos las respuestas que todos teméis saber
las verdades que sostienen ese gran castillo de mentiras
las mentiras que conforman esa gran verdad
que conforman
Tú, solo
con los demás, solos
solo tú y los demás
solos tú y los demás
de sol a sol
en una mañana soleada
ante un mañana sombrío
Y ya la plaza te parece desierta
pero no despiertas
no desertas
no deseas
ser
tú.

La zanahoria


Devorada la zanahoria;
sin rumbo
sin guía
sin camino
pero con el estómago lleno
descubrimos los caminos que nos guían
allá donde la rumba
marca el paso de nuestros pasos.

La escalera


Amaneció y la escalera estaba allí
desde abajo la miraban sorprendidos
desde arriba la observaban con sorpresa
parecía, pues, que de la nada apareció

—¿subimos?— murmuraban abajo
—¿bajamos?— susurraban arriba
y nadie osaba dar el paso

el hueco de la escalera al fin tenía una
y los peldaños ora subían ora bajaban
por lo que fue vacío y era camino
camino vacío todavía

—¿bajarán?— se preguntaban abajo
—¿subirán?— se interrogaban arriba
y nadie osaba dar el paso

por la escalera tan solo pisaba el miedo
la barandilla anhelaba una mano amiga
ganarse el nombre de quitamiedos
pero seguía estando inmaculada

—huirá— se acusaban abajo
—escapará— se delataban arriba
y nadie osaba dar el paso

la escalera seguía aguantando el tipo
miraba los muebles con cierta envidia
se asomaba arriba y se apoyaba abajo
y ya no sabía para qué servía

—la derribamos— acordaron abajo
—la echamos abajo— consensuaron arriba
y se pusieron manos a la obra.

La ceguera


A las cuatro de la tarde nadie esperaba el tren
a las cinco de la tarde no había nadie en el andén
tampoco a las seis, ni a las siete, apareció alma alguna por la estación
llegó la noche, y ni la luna acudió allí

«el tren no llega
si no hay nadie para verlo»

y ni siquiera cuando nos pasa por encima
reconocemos nuestro error.

Muerte de un poeta


Falto de inspiración
no le quedó más que expirar
Murió por falta de oxígeno.

Raíces


Las hojas
las ramas
y el tronco
tan diferentes
orgullosos de sus raíces
sobre ellas descansan
seguros
de que siempre estarán allí
bajo el suelo
bajo el peso
de todos ellos
sin ver la luz del sol
ocultas
enterradas
pero vivas

y las raíces ríen
por no llorar
allí arriba no saben
que si pudiesen
escaparían
a ver mundo
huirían
cansadas
de que las usen
las idealicen
cuando les venga en gana
como si ellas
por gusto
allí estuvieran
sin ver la luz del sol
ocultas
enterradas vivas

y lo intentan
desarraigarse
por el subsuelo se expanden
y a veces se asoman a la superficie
sin pedir permiso
pero no pueden
desarraigarse
y lloran
por no reír
cuando oyen
que son ellas
las que atan
cuando saben
que son los otros
los que las atan a la tierra.

Observación (IX)


Mejor que coger las riendas de tu vida
es llevar una vida sin riendas.

Alas


No pasa muy a menudo
pero a veces
ocurre
un paso en falso
y despegas
un paso en la nada
y todo
un paso al frente
y vuelas
Es entonces
y solo entonces
cuando te cortan las alas
nunca antes
Todavía es más extraño
que de la mutilación ajena
se saque conclusión alguna
y ni siquiera nuestras alas
pongamos a remojar
Porque es común
demasiado habitual
no mirar a los demás
Por eso raramente
solo ocasionalmente
hace falta
es necesario
privar de los medios para volar
a un pájaro enjaulado.

Verbalizar el camino


Del pretérito imperfecto
al futuro perfecto
hay dos caminos;
el condicional
y el imperativo
Ambos son de doble sentido.

Las flores del ramo


Las flores quisieron ser ramo
y olvidaron que eran flores
las flores se hicieron ramo
y olvidaron que eran flores
las flores se supieron ramo
y el ramo olvidó a las flores

al ramo le gustaba ser ramo
pero no sabía que era de flores
despreciaba a las otras flores
que no supieron hacerse ramo
porque recordaban que eran flores

cuando miraban el ramo de flores
veían las flores del ramo
y querían ser parte del ramo
sin dejar de saberse flores

el ramo de flores
y las flores del ramo
dos caras del mismo pétalo.

Remiedo


¡Qué miedo!
mucho miedo
¡menudo miedo!
tanto miedo
que ni siquiera tiemblo
que ni si quiero tiemblo
sin ni quererlo puedo
saber qué siento
ante tanto miedo
¡menudo miedo!
mucho miedo
¡uy, qué miedo!
que viene el miedo
por ahí en medio
él todo serio
porque tiene miedo
de no dar miedo.

Elogio de la vida


Durante un brevísimo instante
     si es que los hay de otros tipos
te sentiste inmortal
Fue solo un instante
      brevísimo
pero más que suficiente
Por fortuna ese instante pasó
      como tantos otros
y el fin vuelve ahora a justificar tus miedos
y sus medios.