Él
llegó a la riba del lago
exactamente a las dos en punto. A pesar de las nubes la luna llena
iluminaba el lugar, y después de cruzar el bosque protegido por la
sombra de los robles se detuvo para admirar el paisaje. Era
principios de otoño y aún no hacía mucho frío. Una pena no ver el
color de las hojas, pero el sonido al pisarlas le servía para
imaginarlo. Se descalzó y dejó que el agua mojara sus pies, una
rama se metió entre sus dedos, y al agacharse a cogerla se vio
reflejado en el lago. Vio brillar sus ojos y como sus cabellos
acariciaban sus mejillas al sonreír. Desfiguró con la mano su
imagen especular, y mientras ésta se recomponía observó las ondas
concéntricas alejándose de él. Alzó la vista siguiéndolas.
Cuando la lejanía y la oscuridad ya no le permitieron verlas se dejó
guiar por su oído. Cloc. La primera había llegado a la otra orilla.
Una áurea blanca recortaba la silueta de los primeros árboles, que
se estiraban estilizados hacia el cielo. Negros con el contorno
blanco se habían vestido elegantemente para la ocasión.
-¡Qué hermoso lugar! -exclamó.
Ella
salió de la casa con la
cazadora abrochada. La oscuridad que reinaba fuera le auguraba una
noche fría. Miró al cielo e intuyó la luna tras las nubes. Unas
nubes finas que se ramificaban en mil brazos queriendo abarcarlo
todo. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad empezó a
distinguir la escarpada silueta de las colinas. Era una afilada
dentadura que rodeaba el lago amenazando con engullirlo. Más abajo,
las afiladas copas de los árboles parecían estacas clavadas en la
tierra, que estaba fría, fría y húmeda. Se alegró de llevar las
botas. Sólo de imaginar sus pies desnudos sobre el cenagal un sudor
frío recorrió su espalda. Se dirigió al embarcadero y subió a la
lancha. Al poner el motor en marcha se vio reflejada en el agua.
Tenía la cara pálida y los ojos hundidos. Forzó una sonrisa.
-¡Qué lugar más deprimente! -susurró.
Ella avanzaba a bordo de la lancha hacia las tinieblas. Él veía
acercarse una luz resplandeciente. Ella paró el motor y le lanzó un
cabo. Él se mojó hasta las rodillas para cogerlo. Ella no hizo
ademán alguno de bajar. Él empezaba a tiritar de frío. Al fin,
subió a la lancha y se encontraron frente a frente. Lentamente
acercaron sus rostros hasta fundir sus labios en un prolongado beso.
-Ya sé que no tenía que venir, pero necesitaba verte -dijo él
desabrochándole la cazadora.
-Si mi padre nos pilla te va a matar -dijo ella aflojándole el
cinturón.
-¡Al infierno con tu padre! Estoy harto de esconderme -dijo él
subiéndole el jersey.
-Cómo se nota que no le conoces, ¡mira que venir hasta aquí!
-dijo ella bajándole los pantalones.
-Vendré cada día si hace falta, no soporto tenerte lejos -dijo él
quitándole el sostén.
-No me lo pongas más difícil, lo vas a complicar todo -dijo ella
quitándole la camiseta.
-Lo difícil son estas jodidas cremalleras -dijo él tirando de los
pantalones y las bragas.
-Aún hay cosas que se te resisten, ¿eh? -dijo ella arrancando sus
calzoncillos.
No hubo más tiempo para las palabras. Ya desnudos los dos se
lanzaron uno encima del otro y el vigor de sus embestidas hacía
zozobrar la lancha de tal manera que en más de un momento el
naufragio fue más que una posibilidad. Él se había puesto encima y
mientras le besaba el cuello la penetraba una y otra vez, alejando la
lancha de la orilla. Ella lo rodeó con su pierna derecha y con una
hábil maniobra invirtió las posiciones. Se irguió a horcajadas
sobre él, y con las manos en su velludo pecho siguió empujando la
lancha con su movimiento de cadera. Tenía los ojos cerrados y
apretaba los labios. Un hilillo de sangre apareció en la comisura de
éstos. Él arañaba más que acariciaba sus muslos, y en sus ojos
abiertos como platos se reflejaban los pechos de ella.
Un frenazo brusco la precipitó sobre él. La lancha había llegado
a la otra orilla. Él acarició sus rizos mientras se metía más
dentro de ella, pero ella miraba al frente pálida como la luna.
-¡Papá! -gritó.
Él giró la cabeza y lo vio.
-¡Padre! -fue lo último que salió de sus labios.
-Eres tan puta como tu madre -dijo levantando el humeante cañón de
la escopeta.
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