Sentía el frío acero del fusil
en sus manos
sentía la cálida madera de la
culata en su hombro
sentía la suavidad del gatillo
al acariciarlo
sentía el sudor que corría por
su cuerpo
veía la infinitud más allá de
los postes
veía su infancia perdida en
ella
no oía las órdenes del jefe
del pelotón
no oía sus gritos
escuchaba el silencio de sus
compañeros
no veía a los hombres atados a
los postes
sólo había postes
que le impedían ver más allá.
Ahora siente la cuerda que
aprieta sus manos
siente el poste que aguanta sus
flaquezas
siente la presión de la venda
en sus ojos
siente que la tierra se abre
bajo sus pies
no ve los cañones que le
apuntan
no ve a sus antiguos compañeros
oye sus pensamientos
oye las órdenes del jefe del
pelotón
pero no las escucha
ve las consecuencias de su
elección
y su corazón palpita tranquilo
cuando las balas se alojan en
él.
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