Hicimos una lista de las cosas a corregir,
corregimos aquello que creímos importante,
sin importarnos lo que quedaba por el camino,
y caminamos directos al precipicio.
Al asomarnos nos asustamos,
y guardamos la lista en un cajón,
como si en él cupieran tantas cosas,
y dejamos pasar el tiempo.
Hicimos una lista de lo que había que conservar,
y conservamos lo que creímos imprescindible,
prescindiendo de todo lo demás,
y lo demás no estaba de más.
Ahora el tiempo no nos deja pasar,
y sacamos las cosas del cajón,
buscamos volver al precipicio,
ya no nos asusta el asomarnos.
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